“…A partir del estudio se pudo determinar, para cada escuela, el nivel de manejo del recurso, y su análisis desagregado por macrovariables permitió conocer que las deficiencias en ese nivel se vinculan, fuertemente, con el empoderamiento de los actores, a fin de garantizar la provisión de agua potable, aunque su rol en el manejo y cuidado del recurso sea limitado o no se desarrolle plenamente. Las deficiencias relevadas, vinculadas tanto a cuestiones estructurales como institucionales, se replican en diversos trabajos antecedentes realizados en otras escalas de trabajo(Withanachchi et al, 2018;Nava y Medrano-Pérez, 2019;Pigmans et al, 2019;Suárez-Serrano et al, 2019): el hecho de no contar con saneamiento adecuado, el conocimiento insuficiente, por parte de los actores, sobre la dinámica funcional y gestión de los acuíferos, la falta de comprensión del problema por las partes interesadas, la falta de estructuras claras de autoridad y la escasa o nula participación de la comunidad, entre otras. Tales deficiencias, así como dificultan una gestión integral del recurso hídrico, en última instancia comprometen las condiciones de potabilidad del recurso.En el nivel de CET las deficiencias del manejo se vinculan, en particular, con la falta de una política ambiental de gestión del recurso, sumado a la escasez de información y sistematización; de forma tal, que las responsabilidades del organismo no se enmarcan en un cronograma o protocolo de actuación, ni siguen determinados lineamientos acordes a una planificación, sino que se van demandando desde las escuelas, en la medida que se reconocen necesarias.…”