La memoria afectiva se entiende como la capacidad de evocar experiencias del pasado en el presente de un individuo a partir de estímulos sensoriales como olores, sabores, sonidos e, incluso, lugares. Este concepto lo popularizó el actor y dramaturgo ruso, Konstantín Stanislavski a finales del siglo XIX y ha influenciado otros campos de la producción artística, incluyendo la literatura. Este artículo recorre la noción de la memoria afectiva, la memoria sensorial o emotiva, es decir, la capacidad de los estímulos sensoriales para evocar experiencias pasadas, y su uso en los cuentos El secreto de los Guerreros de Tyrone Maridueña y Una boca sin dientes de Jorge Vargas Chavarría, escritores ecuatorianos contemporáneos. Se procura realizar un recorrido de la idea de memoria afectiva o memoria de las emociones y de cómo ésta ha servido en la literatura, desde Miguel de Cervantes, siglo XVII, llegando al siglo XX con James Joyce, Marcel Proust, hasta convertirse hoy en día un recurso estilístico de la literatura contemporánea que permite a los autores ahondar en temas como la complejidad de la memoria, la identidad y la experiencia humana a través de la construcción de personajes complejos, rotos, fragmentados y diégesis no lineales.