“…La sintomatología de la enfermedad socio-ambiental que padece el actual estrato histórico, es tan diversa como emociones sociales y desequilibrios de la biosfera ha generado el desencantamiento del mundo, previsto porWeber (1999), a efecto de la explotación intensiva de los recursos naturales, la instauración global del capitalismo salvaje, el desbordamiento de los principios democráticos de la esfera política hacia el resto de las prácticas culturales, la emergente propagación de las bio-ideologías, el incumplimiento de las utopías del proyecto socio-civilizatorio de la modernidad y la creciente disfuncionalidad de las instituciones tradicionales, entre otros fenómenos. Así, la camaleónica sociedad postmoderna asume las distintas disposiciones que le plantean sus inestables estados de ánimo, de donde se deriva: la infancia estresada (González yGarcía, 1995), la adolescencia deprimida (OMS, 2021), las juventudes insatisfechas(Paz, 1968), el movimiento de los indignados(Klein, 2012), la sociedad del cansancio(Han, 2012), las sociedades enojadas(Resina, 2020; o el encabronamiento social, en el contundente lenguaje de Julio Hernández, autor de la columna Astillero[Rosiles, 2017]), la sociedad del miedo(Bude, 2017;Sánchez Barrilao, 2020) y la sociedad infantilizada(Llamazares, 2010), sólo por señalar algunas de las formaciones sociales más destacadas al respecto. Derruidas las alternativas socio-históricas con el estrepitoso derrumbe del Muro de Berlín y el emplazamiento del mundo unipolar, parece que la única posibilidad de las configuraciones sociales, sean la expresión de sus variables emociones.…”