“…Aguado (1995) señaló que para la prehistoria se pueden detectar dos actitudes hacia la enfermedad y las anormalidades: la actitud activa, ligada a la terapéutica pre-técnica y la magia, procuraba remediar las enfermedades y la discapacidad, en tanto que la actitud pasiva, relacionada con el animismo, donde la visión del mundo atribuye males y enfermedades a entidades espirituales ajenas al poder humano, era de rechazo total, con el infanticidio oscilando entre la necesidad y el egoísmo en muchos pueblos animistas 2 (Aguado, 1995). Los hallazgos de esqueletos humanos prehistóricos de individuos que sobrevivieron hasta edades juveniles y adultas con malformaciones congénitas o graves disfunciones por enfermedades y accidentes, apuntan a un activo apoyo de la comunidad para su supervivencia, proporcionando nuevos datos para el debate sobre las dimensiones culturales de la enfermedad y discapacidad en esas épocas (Milella et al 2015;Tilley, 2015;Oxenham et al 2009). En una descripción inicial, la Organización Mundial de la Salud (2011, p. 7) define a la discapacidad como:…”