“…La Iglesia española, que se vio sorprendida por el concilio y se mantuvo ajena a su preparación y desarrollo, en el decenio 1965-1975 se encontraría con contrastes y tensiones intraeclesiales entre los sectores aperturistas, que defendían una aplicación rápida y total del concilio a la circunstancia eclesial española, y los integristas, que no asimilaron los nuevos postulados conciliares y consideraron muchas de sus propuestas doctrinales o pastorales como un atentado a los principios de la tradición religiosa española tal y como la entendía el nacionalcatolicismo tradicionalista (Raguer, 1998;Martín, 2005;Montero, 2011;Mancha, 2020). Fueron momentos de gran convulsión en lo social, en lo político y en lo religioso, destacando la participación masiva de las organizaciones obreras católicas en las luchas sociales, causa de frecuentes enfrentamientos con las autoridades civiles franquistas, que tacharon a aquellas de marxistas; por otra parte, pervivía ese otro sector inmovilista, afecto al nacionalcatolicismo y ajeno por completo a toda renovación.…”