“…De esta manera, diversos autores han relevado desde diferentes prismas la presencia de un orden político en el que predominan formas de gobiernos que se caracterizan por el personalismo y el caudillismo, sumado a la asimetría institucional y las concentraciones de poder en diferentes niveles en beneficio de los presidentes. No es de extrañar entonces denominaciones tales como las de Vallenilla Lanz (1991), para referirse al caudillismo venezolano en el siglo XIX, como «cesarismo democrático» o «señores de la guerra» (Chapman, 1932;Lynch, 1993;Posada-Carbó, 2006), el afán caudillista por la creación de constituciones en el Perú (Aljovín, 2000) y el carácter sultánico de sus gobernantes (Basadre, 1981).…”