“…En esta misma línea, diversas investigaciones hechas en contextos que han sufrido conflictos armados se han preguntado cómo algunas prácticas artísticas específicas representan el dolor de la victimización y contribuyen a la construcción de la memoria, a la transformación de los sujetos y las comunidades, y a la elaboración del duelo de los afectados por la violencia. Entre ellas se encuentran estudios sobre las prácticas de tejido (González, 2013(González, -2014, la pintura (Rodríguez y Zuluaga, 2017); algunas prácticas corporales, como el teatro, el flamenco gitano y la danza (Dubatti, 2014;Federman et al, 2015;Toro, 2015;Torres, 2013;Zana-Sterenfeld et al, 2019); la escritura autobiográfica (Bedoya et al, 2019;Díaz, 2019;Nieto, 2010); los espacios -salones, museos-para la memoria y las exposiciones de fotografías, instalaciones, escrituras, entre otras, que en ellos se exponen (Rubiano, 2015(Rubiano, , 2017. Más allá de las particularidades de cada estudio y de los hallazgos que conciernen a la singularidad de cada forma de creación, todos concluyen que las prácticas artísticas son recursos simbólicos valiosos para los afectados por el conflicto armado, en tanto movilizan procesos de transformación subjetiva que tienen efectos positivos a nivel emocional, social y político.…”