IntroducciónDurante la primera mitad del siglo XX nuestro país estaba sumido en la pobreza; en los años 50 prácticamente el 70% de la población capitalina vivía en condiciones insalubres o semisalubres, expuestos inapropiadas condiciones higiénicas, hacinamiento y promiscuidad, ya sea en los conventillos, cités o en la poblaciones callampa 1 . Según relatara el Dr. Luis Calvo Mackenna en los años 30 "… no es raro encontrar en esos interiores una atmósfe-ra muy pesada que huele a humedad, a humo, a comida y a pueblo. Como se comprende, las moscas viven y duran allí hasta meses avanzados del invierno" 2 .Las insalubres condiciones de vivienda, además de incidir directamente en la mortalidad infantil, eran la principal causante de abandono del hogar por parte de los padres, quienes buscaban refugio en las tabernas y el alcohol.Las madres solían estar ausentes debido a la alta mortalidad durante los múltiples partos, el cuidado de los muchos hijos o la necesidad de buscar trabajo fuera del hogar 1 . Estas condiciones eran el germen de los trastornos de salud mental que llevaban a la violencia intrafamiliar. Los niños del pueblo fueron víctimas de altas tasas de maltrato, abuso y abandono, manteniéndose en el ciclo de la pobreza y la violencia intrafamiliar durante las sucesivas generaciones. Según refi eren publicaciones de la época, las características de los padres maltratadores eran: "a) conducta "impulsiva", a veces con trasgresión de la ley, otras veces con excesos alcohólicos; b) unión no legalizada o ya disuelta; c) impavidez frente al problema del hijo; d) una infancia carente de afecto." 3 Considerando tal contexto socio-cultural, no deja de llamar la atención que el Maltrato Infantil no fuese considerado como parte del diagnóstico diferencial de los cuadros de fracturas múltiples y hematomas de distinta antigüedad. En aquellos años Meneghello y Hasbun publican la extraña asociación entre hematoma subdural y fracturas de los huesos largos, frecuentemente acompañada de mani-