“…El modelo intelectual y comunicativo que sostiene tal perspectiva de conocimiento no es fundacional, ni se encadena linealmente hacia un fin sistemático sino que es conectivo, diseminado y sistémico por ser provisorio, reajustable e infinito (Barthes, 1980;Derrida, 1989), y da testimonio manifiesto de su desenvoltura la lógica misma de los hipertextos digitales (Landow, 1996;Levy, 1999), la retórica hibridada de los entornos multimedia en sus posibilidades lectora e inventiva actuales abiertas a la voz de todos (Mendoza, 2012;Ulmer, 2003) y la educación emancipada que el uso bimodal de tales medios procura en tareas comunicativas de formación, investigación, creación y autoevaluación (Esteban, 2002;Ballesta, 2009;Cloutier, 2010;Cabero, 2012;Díaz-Barriga, 2013;Rubia y Guitert, 2014;Valtonen, 2015;Valverde, 2015;Fernández y Fernández, 2016). En el horizonte globalizado del siglo XXI y con la aspiración humanista que por definición le caracteriza (Drucker, 1969), el marco conceptual de la Sociedad del Conocimiento es coherente con las ideas clásicas de John Dewey sobre la metodología reflexiva que construye el espacio democrático de la educación para fortalecer la capacidad argumentativa de los estudiantes en sus actos constructivos de aprendizaje significativo, pues, como avisa el informe mundial de la UNESCO (2005) Hacia las sociedades del conocimiento, la brecha cognitiva que existe actualmente en el mundo preocupa incluso más que la digital, y es necesario promover metodologías que promuevan la conciencia planetaria desde la colaboración y el aprendizaje a lo largo de la vida.…”