“…El empleo de estas escalas ha permitido acumular evidencia a lo largo de casi cuatro décadas que apunta a que las personas que se sienten más en control de sí mismas (LCI) tienden a exhibir conductas más saludables (Wallston, 2005;Berglund, Lytsy, & Westerling, 2014), lo que para el caso de la DM2 se interpreta como una mejor adherencia al tratamiento al producir un mejor control glucémico (Indelicato et al, 2017;Williams, Lymch, Voronca, & Egede, 2016); en cambio, el LCE-A ha sido considerado como un predictor de mal control glucémico (Aberle et al, 2011;Morowatisharifabad, Mahmoodabad, Baghianimoghadam, & Tonekaboni, 2010) y se ha asociado a mayores niveles de ansiedad estado en mujeres con diabetes gestacional (Miazgowski, Bikowska, Ogonowski, & Taszarek, 2017). Por su parte, la influencia de Dios ha mostrado mejorar o empeorar los comportamientos en salud en poblaciones y condiciones diversas (Moore, 2014;Pomeranz et al, en prensa;Tsimtsiou, Kirana, & Hatzichristou, 2014) y puede actuar como barrera o motivador de la adherencia al tratamiento (Ahmedani, Peterson, Wells, Rand, & Williams, 2013;Kremer, Ironson, & Porr, 2009) o de condiciones anómalas como la depresión en adultos mayores con enfermedades crónicas (Aflakseir & MohammadAbadi, 2017).…”