La Unión Soviética consideró el proceso de la CSCE una oportunidad para resolver problemas que pendientes tras la Segunda Guerra Mundial; por ejemplo, el reconocimiento de sus fronteras occidentales como potencia victoriosa. Rumania también vio la conferencia como una oportunidad, pero en otro sentido: el de poner fin a un mundo de vencedores y perdedores, reemplazándolo por la igualdad de todos los Estados. El régimen de Bucarest entendía que el estatus de Moscú como vencedor era la fuente de su hegemonía en Europa del Este y por eso su objetivo principal fue desafiar las relaciones y la bipolaridad originadas en la guerra. Debido a su intento de seguir su propia vía hacia el comunismo y no subordinarse a Moscú, Rumania tenía razones para creer que su seguridad estaba amenazada por la Unión Soviética. Este artículo explora el enfoque rumano de la CSCE: las ideas que propuso y la retórica que utilizó para tratar de socavar la bipolaridad y la hegemonía que colocó al país en la esfera de influencia soviética y explicó la doctrina Brezhnev. Rumanía esperaba asegurar su independencia y obtener protección frente a los soviéticos minando los principios de los que procedía el poder de Moscú y promoviendo instrumentos (tanto legales como institucionales) para limitar el dominio de las superpotencias.