Ante todo, quisiera anticipar que mi intervención 2 [en este evento] debiera constituir un pequeño pero significativo desarrollo de los planteamientos que he tenido oportunidad de hacer en varios escenarios académicos y advertir que, aunque siguen siendo válidos, tenemos mucho camino aún, por recorrer. La radiografía que he intentado describir ha sido, sin duda, la de un escenario catastrófico pero con matices optimistas, realista, por decir lo menos, pero viable, si quienes asumimos alguna responsabilidad por la formación postgraduada en nuestras universidades nos decidiéramos a actuar, a hacer algo para que, en palabras de Michael Barber y su equipo (Barber et al., 2013), la "avalancha" no se nos venga encima (ver también Altbach et al., 2009, IESALC, 2008, CINDA, 2007.Ante este escenario quisiera, por tanto, más que abordar la pregunta de qué tanto hemos hecho desde la academia para alterar significativamente los paradigmas convencionales de formación