“…Con el paso del tiempo las noticias falsas fueron tomando lugar en los medios de comunicación digitales alrededor del planeta, haciendo que la gente se encuentre ante un sinfín de contenidos que se basan en simples rumores o incluso únicamente en opiniones, pero no en acontecimientos concretos (Sobral & Nina de Morais, 2020). Dentro de este contexto, se pueden considerar diversos factores por los cuales la desinformación se propaga entre la ciudadanía, así se tienen la sobrecarga de información (Blair, 2010;Eppler & Mengis, 2004) la cual se ha acentuado con la aparición de internet y que se ha generado debido al interés de cualquier persona por querer publicar lo que considera que es noticia o de interés público, sin previamente verificar si aquello es cierto o no; las falacias lógicas producto de discurso público (Blassnig et al, 2019;Zurloni & Anolli, 2010) que la gente persiste en creer a pesar de que exista evidencia de que no es cierto, esto debido a los perjuicios impregnados en la sociedad, y de lo cual mucha 'gente pública' se aprovecha para transmitir sus ideas o propuestas sin tener una base académica que la fundamente; la era de la posverdad (Gutiérrez-Coba & Rodríguez-Pérez, 2023;Wescott, 2022;Mariscal, 2022) en la que no se conoce el origen de la información ni tampoco si ha sido verificada o no, conllevando a que la gente tiende a creer en la primera información que coincida con sus valores sociales y profundizando el 'principio del mínimo esfuerzo' (Nelson & Tugwell, 2022) en el cual las personas no buscan contrastar la información observada.…”