“…En este sentido, se demostró que el estilo democrático, además de ser el más frecuente, era el que más beneficiaba a los jóvenes, en térmi-nos de menores problemas internalizantes y externalizantes y mayor desarrollo positivo, satisfacción vital y autoestima. Estos resultados son congruentes con los de otras investigaciones, en los que se ha demostrado la mayor prevalencia del estilo democrático, comparada con la de los otros estilos (Hoeve, Dubas, Gerris, Van del Laan, & Smeenk, 2011;Oliva, et al, 2008;Torío, Peña, & Rodríguez, 2008;Wolfradt, Hempel, & Miles, 2003) y su beneficio en el ajuste adolescente a través de la prevención de delincuencia (Deutsch, Crockett, Wolff, & Russell, 2012;Hoeve, et al, 2011) y de la implicación en acoso escolar (Baldry & Farrington, 2005;Gómez-Ortiz, Del Rey, Casas, & OrtegaRuiz, 2014;Kawabata, Alink, Tsen, Van Ijzendoorn, & Crick, 2011), y el desarrollo de la autoestima (Alonso & Román, 2005), el rendimiento académico (Besharata, Azizia, & Poursharifib, 2011;Frey, Ruchkin, Martin, & SchwabStone, 2009), la competencia social y capacidad resiliente (Baumrind, 1991;Masten & Powell, 2003). Asimismo, los estudios realizados parecen sugerir la relación entre unas prác-ticas parentales coherentes con el estilo democrático y una mayor probabilidad de desarrollar un apego seguro (Cantón & Cortés, 2005), subyaciendo a esta última relación todos los beneficios adaptativos que se atribuyen a la generación de este tipo de apego.…”