“…En esta línea algunos trabajos han puesto de manifiesto que una mayor sensibilidad para el reconocimiento de enfermedades como la esquizofrenia suele inhibir la búsqueda de ayuda tanto en el círculo cercano como en el profesional (Yamasaki et al, 2016), además el deseo de apoyar por parte de los iguales se reduce de manera notable en estos casos (Attygalle, Perera y Jayamanne, 2017;Mason, Hart, Rossetto y Jorm, 2015;Svensson y Hansson, 2016;Yap, Reavley y Jorm, 2015). De ahí que se halla señalado la necesidad de actuar inicialmente y de manera extensiva sobre el estigma antes de instaurar programas educativos o de promoción de la salud, como medio para optimizar los rendimientos de estos últimos (Gardner, Filia, Killackey y Cotton, 2019;Gronholm, Henderson, Deb y Thornicroft, 2017;Thornicroft, 2016;Yamaguchi, Mino y Uddin, 2011). Podría resultar útil, en nuestra opinión, conceptualizar la intervención como un proceso continuo con al menos 3 fases: una primera encaminada a actuar específicamente sobre los prejuicios y el estigma; una segunda, centrada en la educación, que promoviera el conocimiento y la identificación precoz y una tercera que facilitara la adquisición de estrategias de afrontamiento y ayuda eficaz.…”