“…En este marco, desafiar el dogma histórico y la estigmatización de estas escuelas es más problemático de lo que se suele reconocer (Beach, 2017). Sin embargo, diferentes estudios dan cuenta del valor inclusivo de las prácticas educativas que se llevan a cabo en este tipo de escuelas (Beach et al, 2013;Cárdenas et al, 2019;Harris, 2006;Kessler, 2012;Lunneblad, 2020;Verdeja, 2020;Vigo-Arrazola y Dieste, 2017;. De acuerdo con los parámetros de lo que Booth y Ainscow (2002) o Stainback y Stainback (1999) denominan prácticas inclusivas, en estos estudios, es posible identificar prácticas que se caracterizan por (i) reconocer las necesidades, potencialidades e intereses del alumnado y de sus familias dentro y fuera de la escuela; (ii) ser escuelas en las que el profesorado promueve el aprendizaje a partir de la interacción del alumnado con esas potencialidades e intereses; (iii) ser escuelas en las que el profesorado promueve la interacción con otros, sean sus pares, familias, comunidad y/o profesorado para avanzar en el aprendizaje.…”