“…Parece incuestionable, a tenor de la investigación disponible, que los sujetos que abusan o dependen de drogas presentan una prevalencia extremadamente alta de trastornos de la personalidad (Blume, 1989;Brooner, et al, 1997;Calsyn et al, 1996;Flynn et al, 1996;Halikas et al, 1994;Kosten et al, 1989) que alcanzan en algunos casos el 61% (DeJong et al, 1993) e incluso más (Kokkevi y Stefanis, 1995;Kosten y Rounsaville, 1986;Kranzler et al, 1994;Marlow et al, 1995). En nuestro país las cifras son algo menores, oscilando entre el 36% (García y Ezquiaga, 1992) y el 53% (Cervera et al, 1997), aunque algunos estudios encuentran muestras con prevalencias sensiblemente más bajas (Santos et al, 2001) y otros más elevadas (San Narciso et al, 2000;Sánchez et al, 1999) al evaluar subpoblaciones específicas. Cuando la evaluación se ha llevado a cabo utilizando instrumentos concebidos desde una perspectiva dimensional la prevalencia ha resultado aún mayor (Craig y Weiberg, 1992;Flynn et al, 1995;McMahon y Richards, 1996;Mestre et al, 2001;Nadeau et al, 1999).…”