“…La digitalización comporta que los teléfonos inteligentes, las redes sociales, los buscadores y los sistemas de control de la movilidad estén determinando nuestros movimientos y nuestras formas de pensar; estos tiempos oscuros en los que vive la humanidad hoy día se caracterizan por el hecho de que la luz del conocimiento moral queda parcialmente eclipsada, de forma sistemática, con la difusión de noticias falsas, manipulaciones políticas, propaganda, ideologías y demás concepciones del mundo, por poner solo algunos ejemplos (31). Los desafíos actuales que propone la tecnología, las redes sociales y el internet en un mundo que ha vivido la pandemia y la post-pandemia, conllevan al surgimiento de una ética digital, que debe orientar a los profesionales del internet y de la tecnología sobre qué tipo de información se gestiona y cuál es su veracidad, qué se puede publicar y qué información se debe cuestionar por su distorsión o falsedad, legitimando la información a través del valor de la comunicación; asimismo, desde una responsabilidad como valor ético en el mundo digital, se plantean algunos deberes digitales, como serían el deber de conexión, el deber de transparencia, el deber de ecuanimidad, el deber de participación, y el deber de protección (32).…”