Durante años, el paisaje del monte Jaizkibel ha sido modelado por la intensa intervención humana. Su vegetación potencial, formada mayoritariamente por marojal, y, en menor medida, por robledal, vegetación típica de acantilados costeros y aliseda, ha sido modificada hasta conseguir como resultado el paisaje que presenta actualmente el macizo: un paisaje mucho más complejo formado por un mosaico de pequeñas manchas de bosques, grandes superficies de matorrales, prados y pastos, plantaciones forestales y acantilados costeros.La localización de Jaizkibel, en plena costa, y su orografía han ayudado en parte a esta diversidad de hábitats y microhábitats de la que está dotado el macizo, lo que ha facilitado la presencia de endemismos y de especies vegetales poco comunes en la zona. Son de destacar, por ejemplo, las comunidades herbáceas y fruticosas y algunas especies de flora casmofítica silicícola características del medio salino y ventoso que encuentran refugio en los escabrosos acantilados litorales (OSTADAR, S.L., 2013) o algunos helechos paleotropicales que buscan cobijo en los encajonados y sombríos valles que dan al mar.