Aunque desde principios del siglo XX el juego ha sido ampliamente utilizado como una herramienta educativa, en ocasiones se ha visto como una actividad sobre la que la educación no debería reflexionar o como un espacio que se escapa del terreno de la educación, en el que los niños tienen la oportunidad de explorar su entorno de forma libre. En este orden de ideas, la libertad que un niño pueda experimentar en el juego es vista como una verdad obvia sobre la cual no es necesario reflexionar. En un sentido más amplio, como lo plantea Arendt (citada por Von Zuben y Gallo, 2008), en todos los asuntos prácticos se piensa que la libertad humana es una verdad obvia y, basándose en este supuesto, se dictan normas, se adoptan decisiones y se aplican sentencias a las comunidades humanas.