Todos somos masoquistas. Esta afirmación puede ser entendida de dos maneras. En un sentido benigno o patológico. Según el primero, se trata de un hábito motivado por deseos masoquistas sin que éste constituya un perjuicio para la salud de las personas. En este sentido, todos, o casi todos, somos masoquistas. Este tipo de masoquismo puede constituir prácticas culturales, como comer comida picante, practicar deportes de contacto o participar en grupos BDSM. Por el contrario, el masoquismo patológico es aquel que, también incentivado por deseos masoquistas, resulta en daños para la salud de las personas, ya sea a nivel biológico, psicológico o sociológico. Un deseo masoquista está constituido por la actitud en favor de experimentar algo desagradable, como un dolor, en virtud de la relación, ya sea causal o mereológica, que se le atribuye a esta experiencia con algo más. Es decir, podemos desear sentir dolor ya sea porque este es el medio para un fin que también queremos o porque es deseado en tanto que una parte constitutiva de un todo anhelado. Una taxonomía del masoquismo nos permite dar cuenta de la intrincada interacción que tenemos con experiencias desagradables.
El propósito principal de este texto es invitar a su lector a adentrarse al enramado de la discusión en torno al dolor y al sufrimiento. El medio para esto es subrayar, explicar y criticar algunos puntos de la obra de Colin Klein, en particular de su libro What the body commands (2015). Esta crítica tiene dos objetivos. El primero es dar a conocer la teoría de Klein y cuáles son algunos de sus postulados centrales. El segundo es señalar algunas limitaciones de la misma teoría.
Varios teóricos han defendido que lo desagradable se puede explicar apelando a los deseos (intrínsecos, simultáneos, de re) acerca de que ciertas experiencias no ocurran. En pocas palabras, las experiencias son desagradables porque no las queremos, y no al revés. Una crítica común para este enfoque toma la forma de un dilema de Eutifrón. Incluso si hay una solución para esta crítica, sostengo que este tipo de enfoque está limitado de dos maneras importantes. No puede proporcionar una explicación para: i) la motivación, desde el punto de vista psicológico del que se es consciente, ni ii) una justificación no instrumental, para tener los deseos relevantes. La falta de estas explicaciones es relevante ya que estas son precisamente el tipo de aclaraciones que esperaríamos de una teoría sobre lo desagradable.
This chapter draws on conceptual resources from debates on collective intentionality and responsibility to call into question the close links between competition, ontological atomism, and individual responsibility implied by meritocracy. Against this ‘holy trinity’, we argue that competition is not reducible to an ontology of atomized agents and individual notions of responsibility, which supposedly justify meritocratic justifications of unequal outcomes in competition. By offering a non-individualist concept of competition, we argue that competitive actions are collective and relational. As a result, responsibility in competition is much more shared between competitors and within competitive teams than is commonly thought. This argument implies that the collective foundations of competition should be more appreciated and that the redistribution of recognition among winners and losers in competition should be reconsidered.
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