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La educación se mueve entre dos escuelas: la que está regulada por un currículo prescrito y la que se desarrolla en la casa y sus entornos. La situación de la pandemia puso a prueba la posible intersección entre una y otra escuela. Sin embargo, en los dos primeros meses del aislamiento social la escuela con su currículo prescrito se mantuvo de manera remota, a través de “guías” estructuradas por cuestionarios y tareas; es decir, no cambió nada, si bien es notoria la excepción de los docentes innovadores y la tendencia en la segunda etapa de la pandemia a introducir otros modos de interacción con las familias y los estudiantes. En la primera etapa la familia colapsó frente al excesivo asignaturismo y sus tareas. Frente a la situación se propone a los estudiantes y las familias trabajar a partir de proyectos relacionados con las cosas de la casa y asumir los lenguajes de manera abierta y con versatilidad. Un obstáculo en esta pretensión es la desigualdad social y la ausencia de herramientas digitales propicias para la educación remota: la interacción entre estudiantes y docentes.

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