El aumento de las necesidades de gasto de la Corona de Castilla a fines del siglo XV hizo necesario contar con estructuras financieras para canalizarlo. Tras una lenta evolución, este proceso culminó a partir de 1495, cuando se crearon dos tesorerías, de lo ordinario y de lo extraordinario. El fracaso de la primera en 1496 llevó a reunir ambas funciones en la segunda, que mantuvo su nombre, pero ejerció ya como caja general. Durante la siguiente década, la institución fue una pieza imprescindible de la hacienda real, sobreviviendo a diferentes desafíos, entre los que destaca la crisis sucesoria iniciada tras el fallecimiento de Isabel la Católica. De este modo, los titulares nombrados por Felipe el Hermoso en 1506 y Fernando el Católico en 1507 fueron designados ya tesoreros generales. Estos cambios representaron un desafío para la hacienda real, que modificó estructuras y procedimientos para gestionar la nueva tesorería general.
El pago de las guardas reales, el principal cuerpo militar de Castilla a fines de la Edad Media, dependió del crédito de unos financieros, los obligados, que adelantaban el mismo, recuperando luego las cantidades sobre las rentas ordinarias. Pese a la estabilidad que se le ha presupuesto, este sistema no estuvo exento de cambios ni problemas. El asiento para estas en 1505 constituye un ejemplo, impidiendo las dificultades fiscales aportar el total previsto por los obligados. Tal situación solo se solucionó tras la llegada a Castilla de Felipe el Hermoso en 1506, que negoció un importante préstamo con fray Francisco Jiménez de Cisneros para pagar lo adeudado el año anterior. Ello mientras promovía grandes cambios, en parte forzados por la situación hacendística, sobre la manera en que
habrían de pagarse las mismas a partir de entonces, culminando un plan de reforma que su temprana muerte impidió llevar a término.
La constitución de ejércitos permanentes durante el Renacimiento es un fenómeno bien conocido, que se convertiría en uno de los elementos centrales de la denominada como revolución militar. Esta transformación tuvo un fuerte impacto sobre las haciendas públicas que los sustentaban. Lo sucedido en la hacienda real de la Corona de Castilla en tiempos de los Reyes Católicos constituye un observatorio privilegiado, pues la coexistencia de sendos cuerpos militares con una administración y financiación diferenciadas nos permite establecer valiosas comparaciones, así como preguntarnos acerca de qué factores hacían más exitosa una u otra propuesta en un contexto determinado. Para ello, trataremos a fondo las guardas reales, el caso peor conocido de los dos, a fin de proporcionar una nueva serie estadística que nos permita confrontarlas con las capitanías de la Santa Hermandad y alcanzar algunas conclusiones preliminares.
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