El artículo abordará el análisis de la experiencia de la Diplomatura en estudios de violencias de género y resistencias feministas del Museo Evita (Buenos Aires/Argentina). Se analizará la propuesta educativa como un proceso de formación que recupera aportes de la educación popular y de los estudios académicos de género para construir un enfoque educativo feminista. La revisión de esta experiencia hace énfasis en los modos en que se construye la vinculación entre estudiantes como un modo de aprendizaje colectivo.
La vida para mí siempre fue la calle, o la posibilidad de la calle y la casa fue claustrofobia. Ahora mis días son abrumadores, la virtualidad es invasiva. ¿Esto es lo único que podemos hacer?, ¿encerrarnos para escondernos de la muerte que solo parece llegar por un virus corona? Cuidarse podría ser también pensar nuevos modos de asociación. ¿Qué sería repensar el capitalismo? ¿Cómo se puede repensar una máquina con funciones tan falladas y resilientes?
Cada vez que se reconfiguran los gobiernos conservadores, el control de las mujeres se vuelve a imponer como verdad natural. Sin embargo, caeríamos en la trampa de las corporaciones mediáticas si redujéramos el género a las mujeres y la emancipación a la violencia. La típica estrategia para sacar al género y las sexualidades de agenda es alisar su carga política en la llanura de lo temático. Género: tema de mujeres, gays, trans, lesbianas, femicidio, reparto inequitativo de las ganancias, aborto, etc. De ese modo para el gran público, que creció toda la vida en la norma heterosexual e incluso aceptándola como modo natural de vivir la vida, es difícil asociar el triunfo electoral de Trump como presidente de los Estados Unidos con una contraofensiva del patriarcado temeroso ante su pér-dida de "derechos habituales".Las investigaciones que se presentan en este número de Chasqui demuestran, una palabra tal vez poco apropiada, que se trata de todo lo contrario a reducir el patriarcado a la violencia contra las mujeres y la amplia diáspora de sexualidades que no alcanzan los objetivos por lo femenino o lo masculino tradicional.La violencia estructural contra las mujeres es el modo de hacer perdurable al patriarcado.Violencia que no es solo la simbólica o la que encuentra su final más cruento en el femicidio, sino en la depredación de las fuerzas de seguridad, la legitimidad del orden y el control, el pánico frente a lo diferente y al caos emocional que podría generar un gobierno feminista.De modo que para mantener el estado de las cosas es necesario reponer los valores con los que se crearon las naciones y nuestros estados latinoamericanos colonizados: la idea del mérito, del merecimiento, de la supervivencia del más apto, del amor como relato de dominio, la autoayuda como respuesta evasiva a las injusticia o el disciplinamiento religioso. Dichas prácticas tienen en común la clasificación de los cuerpos feminizados como cuerpos otros, como cuerpos que, recreando a Rita Segato, deben probar su decencia para merecer la vida.
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