Cross‐compliance has increasingly been used to integrate environmental considerations into the CAP. From 2005 it became compulsory for all Member States to ensure that recipients of Single Farm Payments adhered to Statutory Management Requirements (SMRs), stemming from 19 EU regulations and directives, and kept their whole agricultural holding in ‘Good Agricultural and Environmental Condition’ (GAEC), to be defined by Member States or regional authorities. The potential for cross‐compliance to enhance implementation of EU environmental legislation and reach a large area of farmland seems good, although there are some questions remaining over whether it will reach the agricultural land at most risk of environmental damage or with the highest nature value. In addition, farmers could react in several ways to exempt themselves or some area of their holding from cross‐compliance conditions. Member States or regional authorities have taken a variety of approaches to setting cross‐compliance standards, some of which seem minimal and vague. There is scope for the SMRs and GAEC to cover more environmental issues. Better guidance at EU level and increased communication could enhance implementation of cross‐compliance. Self‐audits, co‐operation with private assurance schemes or other methods of monitoring should be explored to maximise the efficiency and effectiveness of administrative efforts.

Una bibliografia como la presente, sobre una sociología regional que se ocupa de un ámbito temático, auavesado por multitud de discursos, se enfrenta a numerosas disyuntivas. En primer lugar, hay que constatar que su resultado inevitable -su misma esencia-es la conííguración implícita de unos criterios de demarcación científica y de delimitación disciplinar. Ni unos ni otros parecen sin embargo mínimamente establecidos en este campo. De hecho, como bien ponen de manifiesto 10s artfculos de Serravezza y Supicic en este mismo volumen, las fronteras respecto a campos tales como la estética o la musicologia hist6rica (especialmente cuando ésta ha tratado de convertirse en una historia social de la música) han sido siempre terreno movedizo y disputado. Los orígenes históricos de la reflexi6n socio-musicológica, variados y dispersos, han diíicultado la convergencia en una problemática común. Los antecedentes varfan entonces según la perspectiva que se adopta, pues no hay apenas ejemplares indiscutibles (Kuhn) ni programas tácitamente compartidos. El resultado de ello es la imagen de una disciplina eternamente ajoven),, la profusión de textos programliticos e introductorios (aunque no en castellano, desde luego) y el atomismo de buena parte de la investigación empirica. En último termino, eso también se refleja en el hecho curioso de que personas que se han formado y ejercen su actividad en marcos académi-cos muy alejados -musicólogos, antropólogos, filósofos, sociólogos, músicos, críticos, etcétera-, optan por dar a su trabajo el nombre común de sociología de la música.Los problemas de demarcación científica son igualmente graves. En ámbitos de especial relevancia, como por ejemplo el rock, el trecho que va del estudio sociológico de factura típicamente acadérnica, pongamos por caso el del perfil soci@profesional de 10s ingenieros de sonido (Kealy, 319)** al estudio en clave ctsubcultural)> (Willis, 209), de ahí a la historia social (10 que Bennett llama la ctupdate sociologys: p.e Nanry, Para la elaboraci6n de esta bibliografia se ha contado con una ayuda de la CIRIT (Comisi6 Interdepartamental de Recerca i Innovaci6 Tecnolbgica. Generalitat de Catalunya), 10 que ha permitido un acceso prolongado a diversas bibliotecas francesas. ** La cifra corresponde a la numeraci6n de la bibliografia.

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