La bata blanca, símbolo de la Medicina moderna, ha entrado tal vez en su ocaso definitivo tras la pandemia por COVID-19, ya que en contra de los motivos que originaron y popularizaron su uso, no solo no sirve para la protección personal sino que fácilmente se convierte en vector de infección cruzada y resistencia microbiana. A la mancha indeleble en la profesión que ha ocasionado el mercado de la salud, se ha sumado el comportamiento no ético de colegas, para quienes el lucro personal supera su vocación de servicio, desvirtuando la pulcritud y limpieza del ejercicio que la bata encarna. A pesar de lo anterior, algunas facultades de Medicina se niegan a ello, iniciando a sus estudiantes en el apostolado con las ceremonias de su entrega. Es posible que la cultura de su uso retorne cuando cuente con detectores de contaminación, que rechace las partículas contaminantes y que le permita mantenerse “estéril” pero, principalmente, cuando represente la humildad y el servicio social de la Medicina. Este dilema de portarla deberá resolverse tras ajustar algunas variables culturales en los diferentes escenarios, en la posibilidad de que a través de ese atavío se permita potenciar la relación médico paciente que promocione una función sanadora, como elemento utilitario. Llegará el momento en el que por nuestras genuinas actitudes, los trabajadores de la salud seamos vistos “de blanco” porque, parafraseando, intentamos curar y salvar unas cuantas veces, escuchando con compasión y empatía a nuestros congéneres muchas veces y acompañarlos y consolarlos siempre.
La pandemia por COVID-19 ha generado muchas dificultades, en particular en los sistemas sanitarios, que podrían verse obligados a racionar los recursos disponibles para la atención de pacientes con esta enfermedad. Esta decisión, de connotación ética, obliga a las instituciones de salud a escoger, entre pacientes con necesidades vitales similares, quién podrá acceder a los escasos recursos disponibles de soporte vital en los servicios de urgencias o cuidado intensivo de acuerdo con criterios pronósticos.Esta aproximación utilitarista persigue el mayor beneficio para el mayor número posible de pacientes con dicha elección; sin embargo, en Colombia, su implementación enfrenta varios escollos, tales como el ethos médico, los instrumentos empleados para definir dicho pronóstico, los criterios de priorización, los preceptos jurídico-constitucionales y la naturaleza económica de la prestación de cuidados intensivos en el país.El objetivo de este artículo es reflexionar sobre estos aspectos y proponer un modelo de aproximación para dicha priorización de pacientes, basado en la creación de equipos multidisciplinarios que tomen estas decisiones dentro de un marco metodológico transparente, humano, plural, imparcial, equitativo y justo.En el contexto de la actual pandemia, estos equipos multidisciplinarios podrían guiarse por cuatro principios ético-clínicos: (a) tratar a todas las personas por igual, (b) priorizar a los pacientes cuya condición sea peor, (c) maximizar los beneficios que puedan obtenerse a partir de los escasos recursos disponibles, y (d) seleccionar preferentemente a aquellos pacientes con un valor instrumental.Si se siguen estos cuatro principios, se cumplirían las directrices trazadas por el gobierno colombiano respecto a la atención de pacientes con COVID-19 dentro de un marco de autonomía médica ética, así como dentro de la práctica científica y profesional determinada por una perspectiva utilitaria.
Agreement between both methods was generally poor and in the different subgroups of athletes; this meant that the results obtained from estimating VO(2max) could not be exchanged between the fitness and Polar S810 tests.
El presente documento hace comentarios epidemiológicos y bioéticos al más reciente metaanálisis sobre la eficacia y seguridad de la vacuna del virus del papiloma humano (VPH). Se reflexiona sobre el problema epidemiológico desde varias perspectivas: balance riesgo/beneficio, necesidad de recurrir al concepto de riesgo basal del desenlace, utilización de alternativas preventivas de la infección, y optimización y capacitación natural de los sistemas inmunitarios. Además del problema epidemiológico, se indican las dificultades de la evidencia en su origen y la intervención de los medios de comunicación, de un asunto central: los ensayos clínicos de la vacuna del VPH han omitido sistemáticamente el registro, el seguimiento o el reporte de eventos adversos serios cualitativamente competitivos de los beneficios finales. En un futuro escrito se propondrán alternativas a la vacunación masiva indiscriminada contra el VPH, como estrategias de salud pública.
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