332 Neurocirugía 2011; 22: 332-336 Resumen Introducción. En la literatura se recogen alrededor de 600 casos de hematomas epidurales espinales. En varios estudios, se afirma que la incidencia de paraparesia secundaria a anestesia epidural oscila entre 0,0005-0,02%. Se han descrito numerosas etiologías, incluyendo cirugía, traumatismos, anticoagulación, malformaciones arteriovenosas, embarazo, procesos hematológicos y punción lumbar. Los procedimientos anestésicos raquídeos y epidurales representan la décima causa más frecuente. Pero en combinación con el tratamiento anticoagulante, dichos procedimientos aumentan su incidencia hasta alcanzar la quinta causa. Publicamos un caso clínico de hematoma epidural cervical yatrogénico en el adulto y el buen resultado obtenido con tratamiento conservador.Caso clínico. Paciente varón de 80 años, que a las 2 horas de tratamiento analgésico de cervicoartrosis mediante infiltración epidural cervical desarrolla intensa cervicalgia y pérdida de fuerza en extremidades inferiores, mostrando paraplejia completa con arreflexia. En RM cervical se evidencia hematoma epidural entre los niveles C4 y T1. Es trasladado a nuestro centro para cirugía pero ante la rápida recuperación se decide tratamiento médico conservador. Al mes de seguimiento, la situación clínica es similar a la previa, sin secuelas con completa reabsorción del hematoma en RM control.Conclusión. Actualmente, la tendencia general es realizar cirugía en pacientes con hematoma espinal y empeoramiento neurológico importante durante las primeras horas. Sin embargo, se pueden obtener buenos resultados neurológicos con tratamiento conservador, en pacientes bien seleccionados con déficit parcial, incompleto y no progresivo. En el presente, no estamos en condiciones de decir qué tratamiento es el mejor para cada caso concreto.
Objetivos: medir la prevalencia e intensidad del dolor agudo en pacientes hospitalizados en el Servicio de Neurocirugía de un Hospital Terciario, utilizando una escala verbal numérica, la Escala Visual Analógica (EVA) para su evaluación. Material y métodos: estudio observacional, transversal, para evaluar el dolor agudo. Se incluyen todos los pacientes ingresados en planta durante noviembre del 2019 y se excluyen aquellos con limitaciones para entender o evaluar el dolor según EVA. Resultados: del total de 120 pacientes ingresados en planta durante el periodo de estudio, son excluidos 40 por no cumplir los criterios de inclusión. Se analizan 80 pacientes que presentan elevada prevalencia de dolor (76,61%), con una puntuación media de 3,47 ± 0.78. De los que refieren dolor, en un 20% es leve, 40% moderado y 40% intenso. Por patologías los valores más elevados corresponden a post-intervención. Los protocolos analgésicos del Hospital se aplicaron en todos los casos y ningún paciente acudió a urgencias por dolor tras el alta hospitalaria. La principal limitación del estudio fue que no en todos los pacientes se recogió adecuadamente la puntuación EVA. Conclusiones: la prevalencia de dolor en una planta de neurocirugía es elevada (76,61%), con unas puntuaciones medias (3-4, dolor moderado) que requieren mejorar nuestras estrategias analgésicas y la medición del mismo. Las enfermedades malignas, de predominio intracraneal, se asociaron con mayor dolor.
Background:The incidence of vertebral fractures is high and the new treatment options developed in recent years represent a significant improvement, although they are not without complications. Objectives: The aim of this study was to investigate whether percutaneous vertebral augmentation (PVA) was associated with clinical and radiological subsequent adjacent fractures. Methods: A systematic review and meta-analysis was performed searching on PubMed, EMBASE, Cochrane library, Google Scholar, Web of Science, and ClinicalTrial.gov from the establishment of the database to January 2020. Eligible studies assessing the subsequent adjacent fractures after PVA compared with conservative treatment (CT) were incorporated. The pooled risk ratio (RR) with its 95% confidence intervals (95% CI) was used. Heterogeneity, sensitivity, and publication bias analyses were performed. Results: Twenty-four studies were considered eligible and were included finally. 20/421 patients (4.75%) had clinical subsequent adjacent fractures from the PVA group, and 25/359 patients (6.96%) had from the CT group, and 46/440 patients (10.45%) from the PVA group and 36/444 patients (8.10%) from the CT group had radiological subsequent adjacent fractures. There both had no significant difference between two groups (RR = 0.67, 95%CI: [0.38, 1.19], p = 0.17)/ (RR = 1.13, 95% CI: [0.75, 1.70], p = 0.576). However, in fractured vertebrae, number in the PVA group was more than that in the CT group (RR=1.41, 95%CI: [1.03, 1.93], p = 0.03). Conclusion: Collectively, currently available literature provides data showed that PVA did not increase the incidence for subsequent adjacent fractures, no matter it was clinical or radiological fracture. However, PVA may increase the number of fractured vertebrae.
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