Los trastornos de ansiedad son, en la actualidad, enfermedades psiquiátricas muy frecuentes e incapacitantes. Las mujeres en edad reproductiva son más vulnerables a desarrollar trastornos de ansiedad, aproximadamente entre 2 a 3 veces más que los hombres. Ser hombre o mujer no sólo puede influir en la prevalencia de los trastornos mentales, sino también en la manifestación y expresión de los síntomas, la voluntad para solicitar asistencia médica o psicológica, el curso de la enfermedad, incluso en la respuesta al tratamiento. Cada vez hay pruebas más sólidas de que existen diferencias entre ambos sexos respecto a la anatomía cerebral, la neuroquímica y los patrones de activación y respuesta a los estímulos ambientales; diferencias que pueden influir en la etiología y el curso de los trastornos psiquiátricos. Sin embargo, poco se conoce sobre los factores de riesgo que inducen a las mujeres a desarrollar ciertas psicopatologías. Por ello, en este trabajo pretendemos presentar una breve revisión sobre los aspectos psicobiológicos que pueden contribuir a las diferencias de sexo en los trastornos de ansiedad.
Introducción. La inhibición por prepulso (IPP) de la respuesta de sobresalto es una medida de sincronización sensitivomotora basada en la respuesta del reflejo de sobresalto. Un déficit en la IPP se ha observado en pacientes psiquiátricos, especialmente con esquizofrenia, así como en sujetos vulnerables a desarrollarla. Asimismo, los consumidores de cocaína presentan un alto índice de patologías psiquiátricas como la esquizofrenia. Objetivo. Conocer las alteraciones que el consumo de cocaína puede producir en la IPP. Desarrollo. Se realiza una revisión exhaustiva de los estudios, tanto clínicos como con modelos animales, que hayan evaluado la IPP tras el consumo o la administración de cocaína. Se sugieren bases neurales y mecanismos de acción subyacentes para explicar los resultados. Conclusiones. La cocaína altera la IPP a través de su acción sobre el sistema dopaminérgico. La administración aguda de cocaína disminuye la IPP al aumentar la dopamina, mientras que con el consumo crónico, dependiendo del tiempo de abstinencia, la IPP puede restablecerse. Sin embargo, los efectos de la cocaína sobre la IPP parecen depender de los niveles basales de la IPP que muestre el individuo. Así, dado que un déficit en la IPP se ha relacionado con una mayor vulnerabilidad a desarrollar patologías mentales como la esquizofrenia, los niveles de la IPP en los sujetos podrían considerarse como un biomarcador de vulnerabilidad psiquiátrica. Por ello, conocer mejor el efecto que drogas como la cocaína ejercen sobre la IPP puede ayudar a comprender el desarrollo de la patología dual. Palabras clave. Cocaína. Dopamina. Inhibición por prepulso. Trastornos psiquiátricos.
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