El ejercicio físico es una actividad física planificada y estructurada con un objetivo final, constituyendo una herramienta preventiva de las enfermedades no transmisibles y un factor protector de la salud física y mental.Asimismo, las motivaciones para realizarlo son fundamentales y pueden verse influidas por el género. El objetivo del estudio es analizar las diferentes motivaciones para hacer ejercicio en función del género, así como observar la relación entre la realización de ejercicio físico y la percepción de salud física y mental. Para ello, una muestra compuesta por un total de 600 jóvenes universitarios (50% hombres y 50% mujeres), cumplimentó el cuestionario online de Estilos de Vida y Salud (Giménez-García y Ballester-Arnal, 2017). Los análisis mostraron diferencias significativas en la realización habitual de ejercicio entre hombres (61.7%) y mujeres (45.3%) (Chi 2=16.01; p≤.001). Asimismo, se observaron diferencias según género en todas las motivaciones para realizar ejercicio, exceptuando el motivo relativo a “estar más delgado/a” (Chi 2=1.00; p= .317), siendo los hombres los que mostraron mayor prevalencia en todos los casos. En relación con las motivaciones para no realizar ejercicio, se observan diferencias en los motivos relativos a la “falta de tiempo” (Chi 2=7.72; p= .005), los “horarios restringidos” (Chi 2=5.40; p= .020) y la “falta de voluntad” (Chi 2=8.26; p= .004), que parece ser más importante en las mujeres, si bien la primera fue la más frecuente en ambos géneros. Además, las personas que practican ejercicio físico muestran una mejor percepción de la salud física (t=7.87; p≤.001) y mental (t=2.31; p=.021). Se concluye que existen diferencias en la frecuencia y motivaciones para realizar ejercicio en función del género, relacionadas con los estereotipos de género. Además, las personas que realizan niveles mayores niveles de ejercicio físico perciben una mejor salud física y mental.
RESUMENSi bien las infecciones de transmisión sexual suelen relacionarse con etapas evolutivas tempranas, estudios recientes ponen el foco de atención en la población más mayor. Sin embargo, pocos esfuerzos centran su atención en dicho colectivo, entre otros motivos, por la propia invisibilización de su sexualidad. Esto ocurre todavía más, cuando se trata de conductas penalizadas socialmente, como sería el caso de la infidelidad. Por este motivo, el presente estudio busca analizar la conducta de uso del preservativo en personas mayores, en el contexto de la infidelidad, así como el papel que podrían jugar variables psicológicas y nuevos contextos sexuales, como internet. Para ello, 244 personas (47,5% hombres y 52,5% mujeres), con edad promedio de 64,4 años (DT=5,32), cumplimentaron una batería de cuestionarios sobre sexualidad en los que se abordaron actitudes y prácticas sexuales, así como el uso del preservativo. En primer término, se observa cómo el 22% de las personas han sido infieles a sus parejas y, únicamente, el 25,9% de estas personas ha utilizado el preservativo de manera sistemática; haciéndolo el 29,7% de los hombres y el 17,6% de las mujeres (Chi 2 =,885; p≤,347). En este contexto, aquellas personas que no usan preservativo informan un mayor nivel de excitación sexual ante estímulos físicos (M=4,55, DT=1,83) que las que lo usan (M=3,36, DT=1,94) (t=-2,05; p≤,045) y un mayor uso de internet con fines sexuales. En concreto, las actividades sexuales online explicarían un 18% de la varianza del uso del preservativo (F=11,32; p≤,001). Así pues, nuestros hallazgos enfatizan la importancia de ampliar la cobertura de los programas preventivos a la población de personas mayores, así como de profundizar nuevos escenarios sexuales como el online que podría estar jugando un importante papel en las conductas de riesgo.Este proyecto ha sido financiado por la Fundación Dávalos Fletcher. Palabras clave: infección de transmisión sexual; infidelidad; sexo online; conducta de riesgo; personas mayores ABSTRACTElderly people at risk: condom use in infidelities. Even though sexually transmitted infections are usually associated with early stages of development, current studies focus on the older population. However, limited efforts are related to this group, due to some aspects such as the invisibility of their sexuality. This is more frequent, when it comes to socially penalized behavior, as the case of infidelity. For this reason, this study analyzes condom use by older people, in the context of infidelity, as well as the role that psychological variables and new sexual contexts, such as the Internet, could play. For this, 244 people (47.5% men and 52.5% women), with an average age of 64.4 years (SD= 5.32), completed a battery of questionnaires on sexuality that evaluated attitudes and practices, as well as condom use. Firstly, 22% of people have been unfaithful to their partners and, only 25.9% of these people have used the condom systematically; 29.7% of men and 17.6% of women have it done (Chi2 =,885; p≤,347). In t...
Ya desde la época de la antigua Roma se afirmaba que el ejercicio físico, sumado a una buena alimentación, eran la clave para el bienestar mental. Aunque a día de hoy la premisa sigue siendo válida, muchos jóvenes parecen no tenerlo claro, pues el sobrepeso es un problema de salud pública en este subgrupo poblacional. El objetivo es conocer los hábitos alimentarios de la población universitaria, viendo cómo estos se relacionan con su bienestar corporal y emocional. Se hipotetiza que quienes tengan peores hábitos alimentarios padecerán un mayor malestar con su imagen corporal, de la misma forma que su bienestar mental se verá mermado. La muestra está formada por un total de 600 sujetos universitarios(300 mujeresy 300 hombres). Los participantes rellenaron el Cuestionario de Estilo de Vida y Salud (Giménez-García Ballester-Arnal, 2017), escogiendo para este trabajo aquellos ítems relacionados con la alimentación, la imagen corporal y la salud mental. Aquellas personas que cuidan más su alimentación gozan de una mayor satisfacción con su cuerpo ( 2=45.86; p.001). Al mismo tiempo, los jóvenes que están más orgullosos de la imagen corporal reportan un mayor bienestar emocional ( 2=35.02; p.001). Aquellas personas que se autodefinen como gruesas reportan peor salud mental que las delgadas o las que tienen un peso dentro de los parámetros de la normalidad ( 2=17.26; p= .002), llegando a cuidar significativamente menos su alimentación ( 2=23.34; p.001). El bienestar emocional, la imagen corporal y el cuidado de la alimentación están estrechamente relacionados. Una dieta equilibrada no solo mejora la salud física, sino que también incrementa la salud mental. Desde los ámbitos de la salud y la educación se ha de concienciar a los jóvenes para mejorar la alimentación. De esta forma se mejorará tanto la satisfacción corporal como su bienestar emocional.
La salud es una experiencia biopsicosocial que se relaciona con ciertos aspectos como los estilos de vida y el bienestar. Sin embargo, esta perspectiva no siempre se ha estudiado atendiendo tanto al género como a indicadores de salud física y mental. Objetivo: analizar la relación entre hábitos de salud específicos (tabaco, alcohol y consumo de sustancias) y la percepción subjetiva de bienestar físico y mental, teniendo en cuenta las diferencias de género. Método: 600 universitarios (50% hombres; 50% mujeres) completaron un cuestionario online sobre Estilos de Vida y Salud (Giménez-García Ballester-Arnal, 2017). Resultados: el 13,5% reporta una mala salud física (14% hombres y 13% mujeres) y el 17,7% una mala salud mental (18,3% hombres y 17% mujeres).En cuanto al consumo de sustancias tóxicas, el 14,7% de la muestra fuma, el 47% se ha emborrachado bastantes-muchas veces y el 34,2% ha consumido otras sustancias. Más hombres que mujeres se han emborrachado muchas veces (X2= 10,13; p= .017) y han consumido otras sustancias alguna vez (X2=8,08; p= ,004). En general, no existe una asociación entre el consumo y abuso de tabaco, alcohol y otras sustancias con la percepción de salud mental ni física por parte de los jóvenes. Así, aunque en teoría debería existir cierta relación entre estilos de vida como el consumo de sustancias y la salud mental y física, gran parte de estos resultados no han sido significativos. Dado que se ha evaluado percepción subjetiva de salud mental y física y no indicadores objetivos, esto puede deberse a la baja percepción de riesgo de los jóvenes, lo que les lleva a la realización de conductas no saludables sin por ello ser conscientes de las consecuencias no fácilmente reconocibles a corto plazo. En los programas de prevención es fundamental considerar esta falta de percepción de riesgo entre los jóvenes.
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