El virus de hepatitis B es un virus ADN de doble cadena, cuya infección es silenciosa en la mayor parte de los casos, sin síntomas, y que puede pasarse a otras personas en la misma forma. Su infección crónica afecta más de 350 millones de personas a nivel mundial. La transmisión materno infantil es la causa más frecuente de transmisión, en especial en el momento del parto y si la carga viral materna es alta. Por lo tanto, se debe incentivar que, a toda paciente embarazada se le realice el tamizaje de serología con HBsAg en su primera consulta prenatal para detectar de forma precoz la enfermedad, y así reducir las consecuencias a largo plazo como la hepatitis crónica, cirrosis, falla hepática y carcinoma hepatocelular; estas aumentan en forma precoz si la infección se da al inicio de la vida. Esta infección requiere manejo especializado durante y posterior al embarazo, ya que la terapia antiviral en mujeres embarazadas con alta virulencia puede reducir significativamente la transmisión vertical si se inicia en el tercer trimestre, siendo actualmente el tenofovir el primer tratamiento de elección, en vez de lamivudina, porque su uso se ha visto limitado por presentar altos niveles de resistencia. De igual forma, se recomienda que todo recién nacido de madres con hepatitis B crónica debe recibir inmunoglobulinas y la primera dosis de la vacuna de hepatitis B, en las primeras 12 horas después del parto y no está contraindicada la lactancia materna.
El hígado graso agudo del embarazo (HGAE) es una grave complicación obstétrica que se presenta generalmente en el III trimestre, y se caracteriza por una insuficiencia hepática aguda debido a una infiltración grasa del hígado. Alrededor de un 3% de las mujeres pueden llegar a presentar alguna forma de enfermedad hepática durante su embarazo, siendo el HGAE una de las menos frecuentes; sin embargo, es potencialmente mortal para la madre y el feto. Aunque su fisiopatología es poco conocida, se han demostrado mutaciones genéticas tanto en la madre como en el feto en la beta oxidación de los ácidos grasos de cadena larga a nivel mitocondrial que conllevan a acumulación de metabolitos de ácidos grasos y daño por infiltración grasa en el hígado materno. Distinguir el HGAE de otras enfermedades hepáticas como el síndrome de HELLP y preeclampsia es un gran reto, por sus múltiples similitudes clínicas, por lo que se desarrollaron herramientas de diagnóstico sensibles, como los criterios de Swansea, para facilitar su diagnóstico temprano. La tasa de supervivencia ha aumentado en los últimos 30 años por la sospecha clínica y el importante manejo multidisciplinario entre obstetras, gastroenterólogos y anestesiólogos, evitando la aparición de complicaciones potencialmente mortales. Dicha enfermedad puede causar insuficiencia hepática, acompañada de insuficiencia renal, trastornos de la coagulación, hipoglucemia, encefalopatía y, a menudo, disfunción multiorgánica, por lo que requiere un parto temprano para su resolución.
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