El artículo muestra la continuidad de los estereotipos negativos creados para identificar a un grupo humano caracterizado por su condición de inmigrante en México, aunque no sea el único país receptor, como es el caso de los chinos en dos momentos distintos de la historia del país. Pero tal prolongación tiene diferencias a la hora de expresarse de manera visual, y es ahí donde las recientes y continuas transformaciones tecnológicas permiten interrogarse sobre la continuidad de las visiones de ciertos grupos humanos, a la vez que se muestran los cambios que se incorporan con las herramientas proporcionadas por las redes sociales del internet.
Las páginas que componen esta obra son el resultado de varios años de vivencias y trabajo en Chiapas. Son, también, una mirada oblicua a la realidad chiapaneca dibujada, o sería mejor decir, desdibujada, por un ingente número de informaciones desde 1994 hasta la fecha. El empeño de la investigación consiste en reconstruir los parámetros empleados para la definición étnica de los indígenas, por ello, conceptos como los de tradición, territorio o prácticas religiosas son revisados desde el trabajo de archivo y etnográfico para remarcar, por una parte, las diferencias que en el caso de los zoques, y concretamente en el municipio de Tapilula, ofrecen respecto a otros municipios o regiones de Chiapas y, por otra, para asentar que las variantes históricas no deben ser absorbidas en un trasfondo esencial e inamovible que olvida que la cultura no es tal sino un proceso. Los elementos culturales son imprescindibles para una diferenciación o identificación étnica, pero ello no impide criticar el orden social y político de las clasificaciones que nombran esas diferencias. En definitiva, la obra polemiza con aquellas categorías que usan denominaciones étnicas y culturales sin un atisbo de razonamiento crítico.
Los estudios sobre la vida cotidiana de épocas y coyunturas históricas han crecido en México en las últimas décadas, circunstancia que enlaza con una amplia tradición historiográfica y de otras disciplinas sociales, interesada en incrementar el conocimiento de poblaciones y grupos humanos desconocidos u ocultados en las investigaciones. El libro reseñado en estas páginas, La vida cotidiana entre los zapatistas, 1910-1920, incide en esta temática gracias al trabajo exhaustivo sobre fuentes primarias consultadas en archivos ubicados en diversos estados de la República mexicana. El resultado de ello es un extenso abanico de temas abordados que, en consecuencia, aportan profusos datos sobre el vivir cotidiano del Ejército Libertador del Sur y su entorno.
Introducción N i el Soconusco es una excepción ni lo fueChiapas o el mismo Estado mexicano a la hora de generar ciertas manifestaciones xenófobas que tuvieron a los chinos como sujetos de escarnio a través de violencia física o ataques discursivos de muy diversa naturaleza. Desde el vecino país del norte, Estados Unidos, hasta diversos Estados de Sudamérica o el Caribe, la población china fue la protagonista de debates públicos desde el siglo XIX por su exótica presencia como trabajadores que cobraban bajos salarios, esforzados y multifuncionales, tras el fin de la esclavitud. La mano de obra requerida en plantaciones agrícolas, en la construcción de ferrocarriles o en diversos oficios manuales produjo el arribo bajo contrato primero, o de forma libre después, de un buen número de varones chinos, casi todos jóvenes, que huían de los conflictos políticos y bélicos de su país, así como de las deplorables condiciones en las que vivían.China, el país que más migrantes ha expulsado en el mundo, mandó a muchos de ellos a tierras americanas y algunos recalaron en el Soconusco por distintas vías, aunque en un principio su arribo no fue directo, es decir, la mayoría de los primeros chinos que se instalaron en Chiapas ya habían tenido experiencias en otros territorios nacionales o extranjeros; sin embargo, una vez asentados y con posibilidades de crecimiento económico hicieron lo que todavía es perceptible en la migración actual: la creación de cadenas. Un familiar traía a otro y éste hacía lo propio con un vecino o un amigo de la localidad de procedencia. La franja costera de Chiapas y la Sierra, e incluso municipios como Jiquipilas y Cintalapa, vieron cómo a finales del siglo XIX, pero sobre todo en las tres primeras décadas del XX, la presencia de trabajadores chinos, reconvertidos en comerciantes de manera acelerada, se hacía visible hasta representar una supuesta competencia para los mercaderes locales, además de ser un aporte de aspectos poco pensables en aquellos años, como la diversificación de productos para la elaboración de alimentos: la reconocida todavía como comida china, bandera identitaria hoy en día de municipios como el de Tapachula.Muchos son los aspectos que quedan por abordar de esta inmigración a tierras chiapanecas. A pesar de ello, en este texto sólo se presentará y analizará brevemente la creación de la Liga Mexicana AntiChina de Tapachula, rareza desde la perspectiva actual en Chiapas, pero propia de un momento y unas
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