(1) Lección poética sobre las celebérrimas quintillas de D. Nicolás Fernández de Moratín. Ext. de la Revista Hispanoamericana, 1883. tellana, con sus toques gráficos, su ropaje pintoresco, sus pormenores ingenuos, su dicción sencilla y cabal, caracteres todos muy adecuados para cautivar la atención popular.La Fiesta de toros en Madrid constó en un principio, según hizo saber Fernández Guerra en la aludida Lección poética, de 157 quintillas. En su redacción definitiva quedó reducida a 72. Las supresiones y reformas fueron, por lo general, muy acertadas. Desaparecieron anacronismos, como los de las tocas de cambray usadas por las moras y la venera de Santiago ostentada por el Cid; fueron eliminados mil detalles que nada tenían que ver con la fábula principal, y otros mil alardes de postiza erudición sobre cosas árabes; cayeron igualmente al golpe depurador las inoportunas referencias a la historia anterior de Rodrigo y el más extemporáneo apostrofe a Madrid; y, en una palabra, sucumbieron a la implacable corrección de D. Nicolás numerosas digresiones y trivialidades, bien que consigo arrastraran algunas bellezas sueltas.La reforma, sin embargo, hizo perder a las quintillas gran parte de sus elementos populares, vulgares más bien, adrede introducidos por Moratín en la Fiesta de toros. Porque bueno es decirlo ya. D. Nicolás, al escribir su hoy celebérrima poesía, tuvo presente, sin duda alguna, un género de composiciones que entonces gozaba la mayor popularidad: las quintillas de ciego.De tales y semejantes estrofas hacía ya varios siglos que la poesía popular usaba preferentemente, en simultaneidad con los romances. Las coplas reales-quintillas dobles-que todos los poetas ddl siglo XV, Diego de San Pedro, fray Iñigo de Mendoza, Juan de Mena, Alvarez Gato, etc., etc., usaron tan pródiga-mente, informaron bien pronto gran parte de los pliegos sueltos que, como pasto a la avidez del pueblo, circulaban sin cesar.-7 -Así las Coplas de la Madalenica, las de Alonso de Salaya, las de Mateo Brizuela y mil más. Cuando de referir algún suceso o de pintar algún espectáculo se trataba, los autores de tales pliegos derrochaban las tintas, en forma ruda e imperita, sí, pero gráfica y expresiva; ni más ni menos que había de hacerlo, con mejor arte y más gallarda inspiración, D. Nicolás en su Fiesta. Viérase, por ejemplo, a Antonio de Valcázar Menestril, coplero vallisoletano, referir en 1545 las fiestas hechas con motivo del nacimiento del príncipe D. Carlos:Luego sin más dilatar, chicos, grandes y mayores y la gente popular, con regozijo sin par dauan a Dios mil loores.Las campanas se quebraban tañendo con regozijo; mil invenciones sacauan; los pressos todos soltauan con el gozo de tal hijo.Ya después que fué llegada la noche con su lumbrera, otra fiesta, ordenada . por do la fiesta pasada, se dobló en la Corredera.Parecía el elemento del fuego estar allí junto, y hundirse el firmamento, y hallarse en un momento todo el ser en aquel punto.¡ Quién viera los caualleros todos de juego de cañas, en cauallos muy ligeros, y también ...
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