En los últimos años se ha disparado el interés por el estridentismo: de ser un capítulo literario olvidado, de cuyos poetas nadie se acordaba, ha pasado a ser uno de los movimientos más estudiados de la literatura mexicana. Cada año se celebran congresos, exposiciones y homenajes acompañados de publicaciones que subrayan la importancia del grupo en la historia literaria del siglo XX.Pero a pesar de este gran interés en el estridentismo, se han publicado muy pocos estudios que presenten un análisis serio y detallado de su poesía, y por lo tanto el debate sobre los méritos literarios de este período sigue en pie. Algunos, como Octavio Paz, lo consideran un "movimiento abortado" (64), mientras que otros, como Pontus Hulten y los editores de la antología Futurisme et Futurismes, lo colocan en el mismo plano que el movimiento futurista de Marinetti.¿Proyecto original o copia desgastada de las vanguardias europeas? Para emitir un juicio verdaderamente crítico sobre el movimiento, propongo analizar un poema de Maples Arce, prácticamente desconocido, que constituye una de las creaciones más originales del estridentismo.El poema, sin título, es un caligrama que apareció en el primer número de Irradiador, la segunda revista lanzada por los estridentistas, después de Horizonte, en el año 1923. El caligrama no ha sido comentado nunca, quizá en parte porque durante muchos años se pensó que habían desaparecido todos los ejemplares de Irradiador, una historia que merece un paréntesis. En su primera publicación sobre el movimiento en 1970, El estridentismo o una literatura de la estrategia, Luis Mario Schneider confi esa que después de una larga búsqueda, no logró encontrar un solo ejemplar de esta revista (73). El misterio continuó hasta los años ochenta, cuando Stefan Baciu localizó dos ejemplares de Irradiador -los números uno y dos-en una biblioteca de Hawái, en donde habían sido depositados por Jean Charlot. Armado de este dato, me puse en contacto con la biblioteca de la Universidad de Hawái y, gracias a la tecnología, logré conseguir que me enviaran copias digitales de la revista.Pude revisar los dos primeros números de Irradiador (se publicó un tercer número, con una fotografía de Edward Weston en la portada, pero no he logrado conseguirlo), y descubrí una publicación que, como toda la obra del estridentismo, oscila entre el espíritu de renovación vanguardista y el gusto tradicionalista y provinciano de muchos de sus colaboradores. El primer número, por ejemplo, consta de dieciséis páginas, y ostenta un