Ya en su prólogo a Mutantes (2007), Julio Ortega declaraba que el cuento es el género más proclive a la transformación. De hecho, y como se comprueba en ese volumen, esta forma breve, que tiende a la hibridez, posee un carácter más experimental que la novela y podría establecerse como el motor de la mutación de esta. El modelo del ensayo, en cambio, resulta, aún hoy, algo más invariable, con ciertos casos paradójicos y famosos en su historia, como Wittgenstein, pero siempre sujeto a una estructura y a un discurso más o menos pactado. En las últimas décadas, el ensayo, o la crítica, que se acerca a propuestas ya no solo híbridas, sino también mutantes, ha superado un estadio de consenso y su fisonomía se asemeja progresivamente al objeto examinado. De ahí, por ejemplo, Notas sobre conceptualismos (2009), de Robert Fitterman y Vanessa Place, que adopta la materialidad de la escritura conceptual, o, en una línea diferente, pero más cercana a la de Javier García Rodríguez, los trabajos de David Foster Wallace 1 y de Eloy Fernández Porta, este último en el ámbito español. No es fortuito tampoco que ciertas creaciones ensayísticas se aborden desde la crónica, como Librerías (2013), de Jorge Carrión, finalista del premio Anagrama de ensayo, o desde la ficción y no-ficción como en Había mucha nebrina o humo o no sé qué (2016), de Cristina Rivera Garza. Javier García Rodríguez, de quien debe mencionarse la novela, también miscelánea, Barra americana, publicada inicialmente en 2011 y reeditada por Delirio en 2013, ofrece en Literatura con paradiña (2017) un enfoque innovador en el tratamiento de los estudios literarios. A pesar de que la obra responde, en parte, a las pautas compositivas de los últimos movimientos de la vanguardia contemporánea, tales como la llamada literatura del post, la ficción mutante o los nuevos conceptualismos, el autor se acoge a dichos patrones desde un fundamento crítico, que no discrepante en su totalidad ni apocalíptico, y desacralizado, aunque no por ello ofensivo. Y es que, como se propone, el ejercicio de asumir estas fórmulas de escritura para el debate, por un lado, pone en evidencia las contradicciones que conlleva el posicionamiento en cualquiera de las direcciones y, por otro, proporciona un modelo de análisis intraliterario y nunca foráneo al campo de la teoría, aunque sea parodiándola. Como experto conocedor del posmodernismo norteamericano, de la narrativa española actual, y de la correspondiente a otros puntos del planeta, como 1 Se perciben ciertas similitudes entre ambos modos de acercarse al ensayo en textos como "David Lynch conserva la cabeza", en Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer (1997).