l objetivo de este trabajo y su primera parte es proporcionar argumentos que permitan un posicionamiento crítico respecto a la terapia electroconvulsiva (TEC). Tras revisar los aspectos conceptuales e históricos, esta segunda parte explora la evidencia científica disponible y las implicaciones clínicas del electroshock, incluyendo la visión que puede generarse sobre los trastornos mentales. Finalmente, se ofrecen algunos apuntes legales para su consideración. ARGUMENTOS CIENTÍFICOS PARA PROFESIONALES IRREVERENTESLa controversia sobre la TEC no se restringe al debate cien-tífico, apreciándose un especial entretejimiento entre ciencia, ética e historia. Así, resulta sorprendente que un procedimiento médico tan delicado desde un punto de vista ético haya encontrado precisamente en la ética de la investigación un aliado que impide hoy refutar desde la ciencia una efectividad históricamente sobreeestimada (Ross, 2006). Sobre la base de ocho décadas de historia, el principal argumento de los defensores de la TEC es la eficacia. Desde un punto de vista científico, los mejores experimentos sobre efectividad se realizaron antes de introducirse directrices éticas para la investigación en humanos. Se utilizaron ensayos clínicos aleatorizados aplicando TEC simulada (anestesia sin descarga) a distintos grupos control. La American Psychiatric Association (APA, 2001) reconoció que en ninguno de los 5 estudios con este diseño anteriores a 1980 se encontraron diferencias entre TEC real y simulada. En 1986 se habían realizado un total de 10 estudios. Ninguno demostró superioridad frente a placebo más allá del tratamiento, y cinco ni
This article examines in depth whether electroconvulsive therapy (ECT) satisfies bioethics’ four healthcare provision principles: nonmaleficence, beneficence, justice, and autonomy. Treating patients ethically implies protecting them from damages, working to ensure their well-being, and respecting their decisions once they have been correctly informed. Although most of the medical literature states that ECT is an effective and safe technique, there is no conclusive evidence of long-term effectiveness. The frequent and sometimes persistent side effects such as amnesia that imply a profound disturb of lived experience, or the difficulties regarding the informed consent process, allow us to conclude that the bioethical debate about ECT is not currently closed, and the information provided to patients needs to be revised.
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