El presente artículo procura arrojar luz sobre veintisiete loci critici de la Soledad primera (1613) de Góngora: vv. 117-120, 153-162, 167-168, 171-175, 182-189, 212-221, 263-266, 291-296, 321-328, 344-349, 374-375, 461-464, 500-502, 573-579, 580-584, 585-589, 598-601, 623-629, 667-668, 701-704, 705-708, 810-811, 812-817, 866-871, 872-878, 895-896, 943 y 1012-1013. A partir de la formidable edición de Robert Jammes (1994), releemos aquí un puñado de lugares de la silva de los campos acerca de los cuales el filólogo confesó que le asaltaban dudas. Acudimos para ello a los gongoristas antiguos (Almansa y Mendoza, Jáuregui, el Abad de Rute, Díaz de Rivas, el anónimo antequerano, Pellicer, Salcedo Coronel, Vázquez Siruela) y también a los modernos (Reyes, Spitzer, Alonso, Orozco, Pabst, Alatorre, Carreira, Sinicropi, Molho, Ly, Poggi, Cancelliere, Romanos, Sánchez Robayna, Lara Garrido, Yoshida, Blanco, Mazzocchi, Micó, Roses, Pérez Lasheras, Ponce Cárdenas, Collins, Tenorio, Matas Caballero, Chemris, Osuna Cabezas, Palomares, Castaldo, Román Gutiérrez, Tanabe, Rojas Castro, Conde, Sandoval...), sin orillar la tradición clásica, la emblemática y el diálogo con el resto del corpus poético de don Luis.