“…Por un lado, la resiliencia se relaciona positivamente con las habilidades sociales, ya que mediante estos dos factores los adolescentes son capaces de afrontar las diversas situaciones problemáticas de la vida cotidiana (Sifuentes-Gomez, Vega-Davila, Flores-Paz et al, 2020); aunque algunos de los jóvenes tienden a presentar puntuaciones bajas en la dimensión orientada a las actitudes positivas (Jacome-Olacua, Rodríguez-Paucar, Marín-García et al, 2020) se exponen que las habilidades sociales que tienden a asociarse a la resiliencia son aquellas relacionadas con las competencias interpersonales y las emociones positivas (Ruvalcaba Romero, Gallegos Guajardo, Orozco Solís y Bravo Andrade, 2019). Atendiendo a la calidad de vida, se halla que las habilidades sociales se atribuyen con un porcentaje alto de las subescalas pertenecientes a la calidad de vida (Lemonia, Goulimaris y Georgios, 2017), siendo los adolescentes de familias inmigrantes quienes menores índices de calidad de vida presentan en las dimensiones de bienestar psicológico, relación con los padres, recursos Los adolescentes que presentan algún tipo de déficit en las habilidades sociales tienden a manifestarse a partir de una serie de comportamientos inapropiados como es el abuso de sustancias (Pozveh y Saleh, 2020), el acoso hacia sus iguales (Mendoza González y Maldonado Ramírez, 2017; Trigueros et al, 2020) o una serie de conflictos que pueden afectar el propio desarrollo de los sujetos como son los problemas con personas de su entorno familiar, dificultades de aceptación o la adicción al uso de los videojuegos o las nuevas tecnologías (Andrade Salazar, Mendoza Vergara, Zapata Castrillón y Sierra Monsalve, 2020; Zegarra y Cuba, 2017). Así pues, esta carencia de competencias sociales aumenta el mal manejo de las emociones y los problemas de internalización que pueden desembocar en graves consecuencias como es el suicidio (Gonzáles, Franco, Marín y Restrepo, 2019; Salavera et al, 2019).…”