El creciente volumen de residuos agrícolas sólidos tiene un notable impacto en la salud humana y del planeta. Esos residuos agropecuarios se convierten en desperdicios contaminantes, que implican grandes pérdidas de alimentos en un mundo que sufre graves hambrunas y altos niveles de desnutrición infantil, creando problemas en la disponibilidad de los recursos naturales para la producción. A su vez esos desperdicios afectan la salud pública y se convierten en un factor de aceleración del cambio climático, por las excesivas emisiones de gases de efectos invernadero que generan, constituyendo uno de los grandes retos de la humanidad actual. En este artículo se examinan, a partir de revisión bibliográfica exhaustiva, los efectos negativos derivados de la aplicación de un modelo de economía lineal, basado en un crecimiento económico continuo, que no respeta los valores intrínsecos de la naturaleza, su conservación y sostenibilidad, al tiempo que multiplica las desigualdades económicas y sociales, agota los recursos naturales y altera los equilibrios de la vida en el planeta. También muestra la generación de esos residuos a lo largo de la cadena alimentaria, sus diferencias y la manera de superar los problemas que se han suscitado a nivel global, recurriendo a estrategias que permitan reducir los elevados volúmenes de residuos y desperdicios agrícolas y hacer una gestión más eficiente de los modos de producción y de consumo. Con ese propósito se plantean enfoques alternativos al modelo vigente de economía lineal, para promover la transición a un modelo de economía circular, recurriendo a diversos procedimientos –y en especial, a las técnicas de la química verde y de la economía verde–, que representan enfoques más respetuosos del medio ambiente e inspiran nuevos modelos de gestión de negocios fundados en la sostenibilidad social y ambiental. No obstante, gestionar los cambios para la transición hacia este último implica buscar soluciones en complejos escenarios –con una agricultura de baja productividad y persistentes desigualdades sociales– económicas, hambre, pobreza y malnutrición, bajos niveles educativos y dificultades para acceder a servicios básicos–, que a su vez estimulan la inestabilidad social, la corrupción administrativa y la precariedad política en la toma de decisiones.