“…En los últimos años, las meriendas se han caracterizado por incluir alimentos y bebidas de alta densidad energética, favorecedoras del incremento de la obesidad (Roblin, 2007;Ibarra, Llobet y Fernández, 2012;Rodríguez, 2012;Rosique, García y Villada, 2012;Britos, Saraví y Chichizola, 2014;Sánchez, Reyes y González, 2014), las cuales son adquiridas con frecuencia por la población infantil o sus padres en los alrededores del centro educativo, donde existe alta disponibilidad de locales comerciales que ofrecen alimentos de bajo costo económico pero de alta densidad energética (Cetateanu y Jones, 2014). Importante señalar al respecto que la proximidad y la densidad de este tipo de establecimientos se asocian con una mayor probabilidad de que la población estudiantil presente exceso de peso (Fox, Dodd, Wilson y Gleason, 2009;Smith, Cummins, Clark y Stansfeld, 2013;Ohri, Lloyd, DeLia, Tulloch y Yedidia, 2013;Masse, de Niet-Fitzgerald, Watts, Naylor y Saewyc, 2014;Watts, Lovato, Barr, Hanning y Mâsse, 2015;Chen y Wang, 2016 gratuita para toda la población estudiantil de los centros educativos públicos del país (Programa Mundial de Alimentos [WFP], 2014). La evidencia internacional ha señalado que la alimentación brindada dentro del recinto educativo tiene un rol clave en el desarrollo de los hábitos alimentarios de estudiantes (Raulio, Roos y Prättälä, 2010;Ohri, Turner y Chaloupka, 2012), por lo tanto, las intervenciones ambientales que incluyan cambios en la composición de los menús escolares, junto al desarrollo de políticas reguladoras, son efectivas en el fomento de hábitos saludables (Aranceta et al, 2008;Haroun, Harper, Wood y Nelson, 2010;Bertin, Lafay, Calamassi-Tran, Volatier y Dubuisson, 2011;Evans, Christian, Cleghorn, Greenwood y Cade, 2012;Pearce, Wood y Stevens, 2013;Cohen, Richardson, Parker, Catalano y Rimm, 2014;Schwartz, Henderson, Read, Danna y Ickovics, 2015).…”