“…La puesta en común de dichos momentos de incertidumbre y su posterior análisis reflexivo con los formadores que desarrollan en conjunto el self-study, propició el mutuo cuestionamiento de los supuestos y de las prácticas (Nocetti et al, 2020;Gorichon et al, 2020;Espinoza y Leal, 2020;Russell y Flores, 2020) El registro, explicitación e intercambio entre pares de los incidentes y episodios que tensionan se convirtieron en catalizadores de análisis tanto a nivel individual como colectivo. A su vez, liberó a los formadores de las cargas afectivas (inseguridades, temores, inquietudes, entre otras) al poder compartirlas en contextos de confianza (Espinoza y Leal, 2020;Gorichón et al, 2020;Vanegas et al, 2020;García-Lázaro et al, 2020;Russell y Flores, 2020;Cabrera et al, 2020;Nocetti et al, 2020;Lattanzi y Vanegas, 2020) Si a la ya compleja relación entre las prácticas y los supuestos que orientan las prácticas de los formadores agregamos las reflexiones de los y las estudiantes de pedagogía, tenemos otro detonante que según lo reportado provocó cuestionamiento e intentos de cambio de prácticas por parte de los formadores (Nocetti et al, 2020;Gorichón et al, 2020;Espinoza y Leal, 2020;Vanegas et al, 2020). En algunos casos de manera extrema dicha revisión y contraste entre supuestos y prácticas del formador derivó en un explícito cuestionamiento al rol profesional y sentido atribuido a su labor formativa (García-Lázaro et al, 2020;Cabrera et al, 2020;Russell y Flores 2020).…”