“…Este desbalance habría generado la necesidad de que los grupos humanos cambiaran las estrategias de explotación y la tecnología, lo que se tradujo en la sobreexplotación del paisaje y la disminución de los recursos altamente ranqueados (como el guanaco), por lo que la subsistencia se orientó a la explotación de recursos con bajos rendimientos calóricos y mayores costos de procesamiento, estimulando la adopción de plantas cultivadas como el maíz (Gil, Tykot, Neme y Shelnut, 2006;Neme, 2007). En el caso del norte de Mendoza, concretamente en la precordillera, este proceso se manifestó en cambios en la explotación de recursos, la organización de la tecnología lítica, la reducción de la movilidad y el asentamiento en casas semisubterráneas (Cortegoso, 2006;Gasco, Marsh, Frigolé, Castro, Privitera, Moyano y Yebra, 2011;Chiavazza, 2014). Desde esta perspectiva, el proceso de intensificación se asocia tanto a la disminución de la eficiencia de aprovisionamiento (intensificación sensu stricto) como a cualquier incremento de la productividad (intensificación sensu lato, por ejemplo, diversificación, innovación, especialización), incluyendo aquellas actividades que aumentan la eficiencia de las sociedades humanas (Morgan, 2015).…”