La escuela colombiana se forja en el día a día bajo un modelo de homogeneidad, concebido para la producción industrial, el consumo de bienes y valores, el culto a la vanidad y la competitividad social. Esta ha tomado la forma de borrador de identidades, donde sus actores se asumen como objetos codificados en un sistema input-output. Sin embargo, las comunidades del Abya Yala, empieza a alzar sus voces de reivindicación, empuñando lápices que ya empiezan a dibujar proyectos de vida para hacerlos hechos reales en existencias de tranquilidad y buen vivir. En este sentido, las negritudes del Caribe colombiano rural empiezan a trazar elaboraciones de currículos locales, que afianzan saberes ancestrales en sus escenarios de formación, donde el diálogo pedagógico tiene el sentido de ser recíproco, altruista, intercultural y honesto. Para ello, emplean el método de la doble reflexividad, en la cual, las experiencias humanas son comprendidas desde los contextos culturales para darle sentido a la práctica pedagógica, recreada en la construcción de una sociedad más justa y equitativa, donde la biosfera y el acervo sociocultural comunitario son su fin vinculante. Este ejercicio de corresponsabilidad curricular en realidades negras conlleva a replantear los Proyectos Educativos Institucionales, mutándolos a Afrocolombianos-PEA.