El asma debido a sus características clínicas, fisiológicas y patológicas se define como una enfermedad heterogénea, caracterizada por inflamación crónica de las vías aéreas, con manifestaciones clínicas, como lo son las sibilancias, dificultad respiratoria, opresión torácica y tos, junto con una limitación variable del flujo aéreo espiratorio, las cuales varían en su intensidad a lo largo del tiempo. La inflamación de la vía aérea está asociada con un aumento en la reactividad de las mismas, al exponerse a diversos estímulos, y como consecuencia producen un descenso del flujo aéreo, ocasionando broncoconstricción, tapones de moco y aumento de la inflamación.
El diagnóstico de asma se confirma con espirometría: VEF1 (volumen espiratorio forzado del primer segundo) / CVF (capacidad vital forzada) < 80%, con reversibilidad (VEF1 > 12% o 200 mL) tras utilizar broncodilatador. El principal objetivo del tratamiento es lograr y mantener el control de los síntomas, además de prevenir el riesgo de exacerbaciones.