“…La médula de coco, como material lignocelulósico esponjoso de color marrón (Karmegam et al, 2021), está compuesto por celulosa, ligninas, taninos, pentosano y furfural, y representa el 70 % del peso del mesocarpio (Etim et al, 2016), es decir, por cada kilogramo de fibra de coco, se obtienen 2 kg de médula (Anuradha, 2011). De igual forma, por la complejidad de las estructuras que constituyen la médula de coco, su descomposición en el ambiente es muy lenta (Nattudurai et al, 2014), razón por la cual, este material posee una alta estabilidad y un alto potencial para ser utilizado en diversos campos de la industria, así como en procesos agrícolas, tales como la elaboración de sustratos de cultivo (Agarwal et al, 2021;Carlile et al, 2015;Jayakumar et al, 2022;Karmegam et al, 2021), esto le es conferido por sus características físicas (elevada capacidad de aireación) y químicas (buena capacidad de intercambio catiónico), relacionadas con la granulometría del material (Vargas et al, 2008); sin embargo, al poseer un alto contenido de sales (Na, Cl, K), debe ser lavado para evitar afectaciones en las plantas durante el cultivo (Agarwal et al, 2021;Carlile et al, 2015;Ma y Nichols, 2006), influenciado por el tipo de molienda y el origen del material (Vargas et al, 2008); no obstante, esto no impide que sea una posible alternativa de aprovechamiento y de agregar valor a un material que en la Costa Pacífica Caucana se considera como un desperdicio que genera afectaciones sobre el entorno y las comunidades.…”