Las quemaduras son una forma de trauma muy frecuente, con una prevalencia significativamente alta en países subdesarrollados en comparación con los países desarrollados, asociados a una importante mortalidad. Dentro de los principales procesos fisiopatológicos se encuentra la desnaturalización de proteínas y necrosis local. Las quemaduras se pueden clasificar según etiología en quemaduras térmicas, eléctricas y químicas, y según severidad en primer, segundo, tercer, cuarto y quinto grado. En el mecanismo de dolor del paciente quemado participan múltiples elementos, incluyendo fibras nerviosas tipo C y A delta, sustancia P, tractos espinotalámico y espinoreticular, el tálamo, el sistema límbico, estructuras corticales, entre otros. Usualmente, estos pacientes experimentan cuatro tipos de dolor: dolor de fondo, irruptivo, procedimental y postoperatorio. Debido a los complejos mecanismos involucrados en las quemaduras, su tratamiento requiere de un enfoque multimodal en donde intervengan tratamientos quirúrgicos, farmacológicos y no farmacológicos, siempre individualizando cada caso según la severidad y características del quemado, además de las características y comorbilidades del paciente. Dentro del tratamiento quirúrgico se incluye la resección de escaras, cierre de heridas cruentas y uso del VAC. Mientras que dentro del tratamiento farmacológico se tiene como primera elección los opioides potentes a dosis altas por vía intravenosa. Además, se disponen de otras opciones como paracetamol, AINEs, inhibidores de receptor NMDA, neuromoduladores, entre otros. Finalmente, dentro del tratamiento no farmacológico se destacan las intervenciones psicológicas y psiquiátricas como la terapia cognitivo-conductual, además de la aromaterapia y los masajes. Sin embargo, es un área aún en desarrollo.