El inicio de la tercera década del siglo XXI trae consigo nuevos retos intelectuales para la universidad, los cuales se manifiestan en forma de problemas sociales, económicos, políticos, culturales y ambientales, casi la mayoría, entretejidos en sus impactos entre lo local, regional, nacional y global. Precisamente, las universidades son las instancias donde se concretan, comprenden, posicionan tales problemas, pero también donde es posible imaginar, modelar y crear potenciales soluciones para provocar cambios necesarios. Las universidades, desde su referente más antiguo con la creación de la Universidad de Qarawiyyin en el año 859, precisamente fundada por dos mujeres tunecinas, en la ciudad de Cairuán, la capital de Túnez (Petersen, 1995) hasta la diversidad más amplia expandida en todo el mundo, han sido protagonistas en el desarrollo del pensamiento analítico, que permiten interpretar, explicar y proponer alternativas ante los fenómenos de mayor relevancia de cada tiempo y lugar.