El pensamiento occidental, arraigado en el humanismo y antropocentrismo, ha situado al hombre noreuropeo en el centro del universo, fomentando la idea de superioridad que justifica la dominación y colonización. Este paradigma, evidente desde la antigüedad hasta la Era Moderna con el cogito cartesiano, ha generado el control del sujeto moderno sobre todo lo que difiere de sí mimso. Dicha visión nos ha conllevado a la crisis climática actual, denominada como Antropoceno y Capitaloceno.
En el presente artículo el arte se plantea como un dispositivo estético-crítico que configura esquemas de hacer-saber otros, ampliando el campo de lo imaginable y, por ende, de lo posible. Las obras de Adriana Miranda, Claudia Pérez de Sanctis y Paula Gaetano Adi se abordan como prácticas imaginativas que, mediante figuraciones de razas caninas locales, ent(r)es injertados y robots, intervienen en los regímenes de verdad dominantes, abriendo camino a mundos más habitables. La imaginación es entonces concebida como una práctica situada que actúa sobre la realidad, transformando la sociedad y creando nuevas ficciones que contribuyen a la construcción de futuros más deseables.