La implementación de modelos educativos inclusivos presenta tanto retos como oportunidades en el ámbito educativo. Entre los desafíos se encuentran la resistencia institucional y la reticencia al cambio arraigadas en prácticas tradicionales, la falta de recursos adecuados, la necesidad de capacitación docente específica, la dificultad en la evaluación del éxito inclusivo, las barreras arquitectónicas y logísticas, y la diversidad de necesidades individuales de los estudiantes. A pesar de estos obstáculos, las oportunidades son notables. La inclusión mejora los resultados académicos, fortalece la autoestima y fomenta una participación más activa y significativa de los estudiantes. Además, contribuye al desarrollo emocional, promueve habilidades sociales y emocionales fundamentales, y prepara a los estudiantes para la vida adulta. La implementación exitosa requiere un cambio cultural en la escuela, colaboración entre profesionales de la educación y el reconocimiento y celebración de la diversidad, contribuyendo así a mejorar la calidad general de la educación.