“…La idea de la máscara es recurrente en las culturas antiguas, particularmente como un artefacto que permite, a quién lo porta, tener un papel dentro de la sociedad (Altuna, 2009). En Grecia y Roma la máscara, aparte de ser un instrumento para el teatro, era una distinción para aquellos que intervenían en el escenario jurídico, es decir, un a distinción de privilegio y poder (el páter familias, por ejemplo) (Fortunat-Stagl, 2015 ciertas élites (los páter familias en Roma, la nobleza o el clero en la Edad Media, por ejemplo), ha ampliado sus alcances a la totalidad del género humano, entre heterogéneas ideas y revoluciones que lo hicieron posible; particularmente con la influencia del derecho natural y las ideas de individuo, libertad e igualdad, basada en un concepto unitario y universalista: la persona humana, dotada de razón y conciencia (Velásquez, 2013).…”