La interpenetración dialéctica de la naturaleza humana y la gracia divina caracteriza la cultura católica del Barroco y la obra de Quevedo. Pero si en su obra satírica y festiva predominan los acercamientos discordantes («mundo al revés»), entre lo sagrado y lo profano, según denunciaron los enemigos del vate madrileño en el Tribunal de la justa venganza, en la poesía amorosa el movimiento es inverso: sacralización del amante y de su deseo a través de una retórica sagrada que se construye como transgresión de los valores senequistas y agustinianos de la obra doctrinal. La idolatría cortés del amor pasión y el tópico cancioneril del martirio de amor, objeto de escarnio en la «Premática del desengaño…» incluida en El Buscón, son renovados con la inserción audaz de conceptos morales y teológicos; pero a diferencia del efecto especulativo y argumentativo de las agudezas sacroprofanas de John Donne, la poesía amorosa de Quevedo se enfrenta a su obra moral y satírica a través de una retórica del delirio.